03 octubre 2013

¡Vámonos de vacaciones!

Finalmente llegó el día de ir a visitar a mi hermanita a su pueblo. Un pequeño descanso de esta enorme ciudad nos caerá muy bien.

Yo sé, vienen competencias, pero estoy muy emocionada por este viaje. Será la primera vez que María José suba a un avión, verá a sus primos y podrá convivir mucho con ellos, estaremos mi mamá, mi hermana y yo juntas para andar del tingo al tango... puras cosas buenas. Desafortunadamente José Antonio sólo son acompaña por 2 días o algo así, pero lo que sea es bueno.

Hoy practicamos la rutina. Hacía ya un muy buen rato que no pasaba esto, y evidentemente el primer intento (sin contar la vez que por poco me estrello con la barda.... ¡En serio! ¡No patino tan amplio!) fue un desastre... un "draft" o borrador, como lo llamé. Tan sólo faltan 5 semanas para el Nacional, pero un descanso ahora está muy bien, y lo sé porque, por experiencia, las 2 últimas semanas de entrenamiento son un infierno. Creo que esas 2 semanas son en las que uno demuestra que ama el deporte, porque muchas veces me he cuestionado seriamente el porqué estoy parada sobre dos cuchillitas sobre hielo, tratando de hacer piruetas y saltos en los cuales debes caer en un solo pie... Claro, después llega la competencia, esos nervios casi imposibles de apaciguar, la adrenalina de entrar a una pista tu sola, una mesa de jueces que no parecen muy amigables, el público, los aplausos... los 5 segundos de silencio antes de que empiece la música, que en realidad parecen una eternidad y te hacen dudar de si la posición de inicio se ve bien o la debiste haber cambiado por algo menos "raro" (supongo que no es la posición, sino todo el momento lo que es "raro"). De pronto empieza la música, y a continuación los casi dos minutos por los que has trabajado tanto, todas las caídas, los golpes y raspones, las alegrías y las frustraciones, todo el sudor y todas las lágrimas, todo esto es el soporte para esos minutos en los que demostrarás que sí puedes, que has trabajado duro, lo estás intentando ahora, y, sea el resultado que sea, tuviste el valor de hacerlo. Inicia la música, la moneda está echada al aire, y ahora está en tu mente y tu corazón hacer el resto.

Ahorito que lo estoy meditando, debe ser muy difícil para un coach estar ahí. Un coach permanece fuera del hielo, detrás del cristal, sabiendo exactamente dónde puede haber problemas y peor aún, viéndolos venir al verte cometer por millonésima vez el error que tantas veces corrigió, y no puede hacer absolutamente nada... habrá que entrevistar a Paco respecto a su opinión, y espero que si hay por ahí algun otro coach que lea esto (como Elvira, por ejemplo), comente al respecto.

Y por supuesto, también está tu familia, viéndote, echándote porras en silencio mientras ve como entras a un salto, y celebrando el éxito de todos y cada uno de tus movimientos, o sufriendo todos y cada uno de tus errores.

Pero al final, siempre llega el aplauso. Tal vez no es la gran ovación, y seguramente una parte del público lo hace por costumbre, pero que quede claro una cosa: Siempre llega el aplauso, y siempre es bien merecido.

Ahora, a empacar.

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