03 diciembre 2015

Por siempre vencedores

Recuerdo mi primera competencia, en la pista de Pabellón Bosques. La música de mi programa era de Jurassic Park, duraba 1 minuto con 50 segundos, competía en Básicos Mayor. Mi primera competencia, me caí en una combinación de saltos casi al final de mi programa, terminé de patinar y me salí, sin despedirme de los jueces ni nada. Mi vestido era de terciopelo negro, con falda de gasa y algunas cuantas lentejuelas negras. Me sentí mal, un fracaso total. Las siguientes competencias no fueron mucho más afortunadas, y mis sentimientos al respecto no fueron mucho más positivos.

Después me fui a Estados Unidos, y conocí una idea totalmente distinta del patinaje: el patinaje de adultos. En un lugar donde la gente es intelectualmente brillante (desde estudiantes hasta PhDs del MIT), el apoyo de todo el grupo a la persona que está patinando es algo maravilloso. Todo el mundo está dispuesto a ayudar, hay voluntarios dando clases gratuitas u organizando números para el show del Club de Patinaje Artístico del MIT. No se trata de una medalla, se trata de vencerte a ti mismo. Esto último he tardado mucho en entender, pero creo que finalmente me ha caído el veinte.

Fuera de los competidores serios, que realmente aspiran a lograr algo en competencias internacionales, el resto de los patinadores, y especialmente los adultos, no estamos por las medallas, estamos por la superación personal... Por supuesto que una medalla "dorada" no le cae mal a nadie, pero como siempre lo he dicho: con el simple hecho de pararte en el hielo ya eres un vencedor:

He vencido al cansancio,
he vencido al dolor,
he vencido al miedo,
he vencido a la falta de tiempo,
he vencido a todas esas voces que dudan que todo esto tenga sentido,
he vencido la pena,
he vencido al "qué dirán",
he vencido a mi cuerpo,
he vencido a mi mente,
he vencido a mi espíritu,
me he vencido a mí misma,

Y por eso, todo adulto que se pare en el hielo es, y siempre será, un vencedor.



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