Como se habrán podido dar cuenta, el plan original era que este blog fuera acerca de mí haciendo como que sé patinar... y sí, los primeros tres posts hablaron de ese tema.
Lamentablemente, yo estoy en Boston, y mis patines de hielo están en la Ciudad de México (se fueron de avanzada, realmente espero que ya esten buscando departamento para toda la familia!!), así que, por obvias razones, no estoy patinando sobre hielo ahorita... y debo decir que lo extraño, mucho mucho mucho, porque desde hace tiempo el patinaje es para mí, más que un hobby, un vicio (o mejor dicho, una virtud).
Aquí debo hacer un comentario/recomendación a todos los curiosos que leen este blog: si encuentran eso que los hace tan felices, sentir tan bien consigo mismos, y les generan tantas satisfacciones personales, no lo dejen de lado, por más irreal que parezca... créanme, vale la pena intentarlo.
Bueno, pero el punto de este post es: en lo que estoy de vuelta en México, ya aclimatada y más o menos instalada, no esperen muchos comentarios sobre el hielo (literalmente), pero puedo platicarles acerca de estos últimos días en Boston.
31 mayo 2010
29 mayo 2010
Sweet Caroline...
Fuimos afortunados y, por azares del destino (y con ayuda de nuestro amigo Chris), conseguimos boletos para el juego de los Red Sox contra los Kansas City Royals el pasado Jueves.
Nada como ir a Fenway Park!
Nada como ir a Fenway Park!
Dicta la tradición que, en el 8° Inning de cada partido en Fenway Park, todo el estadio cantará Sweet Caroline
25 mayo 2010
Boston-Nueva York por la vía larga
Ir de Boston a Nueva York es casi como ir de México a Acapulco. Y teniendo a mi cuñadito viviendo ahí, aprovechamos que José Antonio terminó todas sus obligaciones escolares y nos lanzamos una vez más hacia el Sur.
Ésta fue una visita un poco diferente. Ya habíamos estado en NYC un par de veces (aunque la primera fue casi que exclusivamente para ir a la competencia de Showcase en el club de patinaje de NY o SCNY), y habíamos ido a la Estatua de la Libertad, al edificio del Empire State y al Met... y bueno, cuando fui con mi amiga Gina, yo tuve la oportunidad de ir al MoMA (el cual tenía una exposición temporal que me pareció una tomada de pelo... pero tenía también una exposición de Tim Burton, muuuuuuy padre). Así que esta vez nos saltamos todos esos requisitos para el "buen turista".
Obviamente fuimos a Times Square, conocimos la oficina de Alejandro, que está ahí, justo detrás de la esfera que cae en las fiestas de Año Nuevo, con una vista espectacular de toda la actividad en el que parece el centro del mundo. Comimos en un restaurantito de fast-food llamado Chop't, que son ensaladas que te hacen en el momento, está simpático y es bueno, sobre todo porque tú puedes elegir que lleva tu ensalada. Nos sentamos a comer en el parque detrás de la Biblioteca Pública, muy bonito y tranquilo (además de que el clima estaba excelente) y luego fuimos a una tienda de cupcakes sobre la calle de atrás de la Biblioteca (se llama Crumbs) y están muuuuuy buenos.... y muuuuy grandes..... y caros, pero es NYC, así que eso no es sorpresa.
El sábado asistimos a una función del Fantasma de la Opera (Phantom of the Opera) en Broadway. ¡Buen musical, con razón ya es un clásico! El chico que hizo el papel del fantasma estaba haciendo su debut en Broadway... y se el notó, debo decir. En la primera mitad se le fue la voz, y en algún momento se le salió un "pollito" (... pues sí, fue un gallo, pero no fue taaaan notorio). En la segunda mitad sí se lució, y disipó todas mis dudas de si merecía ese papel o no.
Cenamos en un restaurante Tai llamado Laut, muy cercano a Union Square, que es algo así como el Coyoacán de Nueva York. Fuimos a un restaurante cerca de ahí llamado Max Brenner (o algo así) que tienen casi todo de chocolate, simpático, muy chocolatoso y rico... nota: acabábamos de cenar, así que no consumimos nada ahí, pero yo compré una "jeringa" gigante llena de chocolate líquido, que en este momento tengo junto a mí, y cada fin de párrafo me encargo de que disminuya su contenido :)
Fuimos también al puente de Brooklin a caminar (no es tan largo como pensaba), al Museo de Historia Natural y su planetario (valen la pena), comimos Jamba Juice (¡¡¿¿por qué no hay en Boston??!!), cenamos en un restaurantito italiano cerca de la Universidad de Columbia, entramos al edificio de la Fundación Ford (muy cerca de Naciones Unidas, muy interesante edificio porque tiene un gran jardín interior), fuimos al edificio de las Naciones Unidas, pasamos de regreso por el "UN Way", que es una calle muy bonita y elegante donde seguramente todos los diplomáticos IN tienen sus oficinas, departamentos, o algo, y finalmente tomamos nuestro camioncito de regreso a casa.
Quiero aprovechar este espacio para decir que, si viajan de Boston a NYC en camión (bueno, si son espléndidos pueden pagar los +$100 por persona para ir en Amtrak, que cuentan las malas lenguas que tarda casi lo mismo que el camión, o los +$200 e irse en avión), Megabus es una buena opción siempre y cuando no viajen en Viernes por la tarde. Nuestro camión salió más de una hora tarde... aunque de regreso salió en punto y hasta nos pasaron una película... bien tonta, pero película al fin de cuentas.
Ésta fue una visita un poco diferente. Ya habíamos estado en NYC un par de veces (aunque la primera fue casi que exclusivamente para ir a la competencia de Showcase en el club de patinaje de NY o SCNY), y habíamos ido a la Estatua de la Libertad, al edificio del Empire State y al Met... y bueno, cuando fui con mi amiga Gina, yo tuve la oportunidad de ir al MoMA (el cual tenía una exposición temporal que me pareció una tomada de pelo... pero tenía también una exposición de Tim Burton, muuuuuuy padre). Así que esta vez nos saltamos todos esos requisitos para el "buen turista".
Obviamente fuimos a Times Square, conocimos la oficina de Alejandro, que está ahí, justo detrás de la esfera que cae en las fiestas de Año Nuevo, con una vista espectacular de toda la actividad en el que parece el centro del mundo. Comimos en un restaurantito de fast-food llamado Chop't, que son ensaladas que te hacen en el momento, está simpático y es bueno, sobre todo porque tú puedes elegir que lleva tu ensalada. Nos sentamos a comer en el parque detrás de la Biblioteca Pública, muy bonito y tranquilo (además de que el clima estaba excelente) y luego fuimos a una tienda de cupcakes sobre la calle de atrás de la Biblioteca (se llama Crumbs) y están muuuuuy buenos.... y muuuuy grandes..... y caros, pero es NYC, así que eso no es sorpresa.
El sábado asistimos a una función del Fantasma de la Opera (Phantom of the Opera) en Broadway. ¡Buen musical, con razón ya es un clásico! El chico que hizo el papel del fantasma estaba haciendo su debut en Broadway... y se el notó, debo decir. En la primera mitad se le fue la voz, y en algún momento se le salió un "pollito" (... pues sí, fue un gallo, pero no fue taaaan notorio). En la segunda mitad sí se lució, y disipó todas mis dudas de si merecía ese papel o no.
Cenamos en un restaurante Tai llamado Laut, muy cercano a Union Square, que es algo así como el Coyoacán de Nueva York. Fuimos a un restaurante cerca de ahí llamado Max Brenner (o algo así) que tienen casi todo de chocolate, simpático, muy chocolatoso y rico... nota: acabábamos de cenar, así que no consumimos nada ahí, pero yo compré una "jeringa" gigante llena de chocolate líquido, que en este momento tengo junto a mí, y cada fin de párrafo me encargo de que disminuya su contenido :)
Fuimos también al puente de Brooklin a caminar (no es tan largo como pensaba), al Museo de Historia Natural y su planetario (valen la pena), comimos Jamba Juice (¡¡¿¿por qué no hay en Boston??!!), cenamos en un restaurantito italiano cerca de la Universidad de Columbia, entramos al edificio de la Fundación Ford (muy cerca de Naciones Unidas, muy interesante edificio porque tiene un gran jardín interior), fuimos al edificio de las Naciones Unidas, pasamos de regreso por el "UN Way", que es una calle muy bonita y elegante donde seguramente todos los diplomáticos IN tienen sus oficinas, departamentos, o algo, y finalmente tomamos nuestro camioncito de regreso a casa.
Quiero aprovechar este espacio para decir que, si viajan de Boston a NYC en camión (bueno, si son espléndidos pueden pagar los +$100 por persona para ir en Amtrak, que cuentan las malas lenguas que tarda casi lo mismo que el camión, o los +$200 e irse en avión), Megabus es una buena opción siempre y cuando no viajen en Viernes por la tarde. Nuestro camión salió más de una hora tarde... aunque de regreso salió en punto y hasta nos pasaron una película... bien tonta, pero película al fin de cuentas.
21 mayo 2010
De cómo llegué a una pista de hielo... (parte 3)
¡Vaya que se alarga esta historia!
Bueno, el peregrinar en busca de clases de patinaje. Estaba en último semestre de la licenciatura, hacía mi servicio social los sábados en la mañana en un comedor para gente en estado de miseria (y al decir miseria es, en serio, miseria) manejado por padres de la orden de los Vicentinos, que se ubica en la zona del Centro Histórico de la Ciudad de México. Además, había empezado a trabajar como becara en Grupo Modelo... cada semana era realmente agotadora: entraba a trabajar a las 8:30am. Después de comer en algún lugar en la zona de Polanco, donde en aquel entonces estaban las oficinas, me iba a la escuela a mis clases que terminaban a las 10pm, de lunes a jueves. Los viernes por la tarde era descanso, porque el sábado por la mañana, entre 10:30 y 11am tenía que estar en el Centro Histórico para el servicio social, que terminaba por ahi de las 3pm.
Aún así, fui a la pista de Lomas Verdes a preguntar acerca de la escuela de patinaje. Me hicieron una evaluación para ubicarme en algún nivel (Gamma en aquel entonces... lo cual no era malo, considerando que prácticamente lo que sabía lo había aprendido yo por mi cuenta, y mi triste salto de tres lo hacía al revés), y luego de eso, me comentaron las opciones de horario que había para mí. Obviamente, ninguna se adaptaba a mi eternamente ajetreada semana.
La siguiente parada, una vez que terminé el servicio social, fue la pista de Galerías Reforma. Fue entonces cuando me topé con la realidad: si había clases, pero eran únicamente para niñas pequeñas, y yo, a mis 24 años, no era bienvenida en la escuela de patinaje. Ahí me comentaron que podía pagarle directamente a una instructora, y me contactaron un una "niña" unos 6 o 7 años menor que yo. Tomé 2 o 3 clases pero no funcionó. Ella era muy informal, supongo que llegaba cuando sus papás podían llevarla, etc. etc. Empecé a pensar que eso de tomar clases de patinaje no iba a pasar, hasta que un día regresando del trabajo (para entonces, las oficinas de Grupo Modelo ya se habían mudado a Santa Fe), se me ocurrió pasar a preguntar personalmente a la pista de Pabellón Bosques.
En primera instancia me vieron raro, probablemente pensaban que buscaba clases para mi hija o algo así, pero hicieron el intento y me ofrecieron a una instructora también 6 años menor que yo, lo cual fue frustrante (ya sabía que no iba a funcionar). Supongo que vieron mi cara y pensaron que tal vez podían encontrar a alguien que se lanzara a la aventura de enseñarle a patinar a alguien tan grande. Fue entonces cuando conocí a la que fue mi coach durante más de 2 años, hasta que me vine a vivir a Boston: Elvira. Y a ella le agradezco tantas satisfacciones que me ha dado el patinaje este tiempo... también la culpo de las frustraciones, que para eso es también un coach: para tener alguien con quién quejarse jejeje (:
Bueno, el peregrinar en busca de clases de patinaje. Estaba en último semestre de la licenciatura, hacía mi servicio social los sábados en la mañana en un comedor para gente en estado de miseria (y al decir miseria es, en serio, miseria) manejado por padres de la orden de los Vicentinos, que se ubica en la zona del Centro Histórico de la Ciudad de México. Además, había empezado a trabajar como becara en Grupo Modelo... cada semana era realmente agotadora: entraba a trabajar a las 8:30am. Después de comer en algún lugar en la zona de Polanco, donde en aquel entonces estaban las oficinas, me iba a la escuela a mis clases que terminaban a las 10pm, de lunes a jueves. Los viernes por la tarde era descanso, porque el sábado por la mañana, entre 10:30 y 11am tenía que estar en el Centro Histórico para el servicio social, que terminaba por ahi de las 3pm.
Aún así, fui a la pista de Lomas Verdes a preguntar acerca de la escuela de patinaje. Me hicieron una evaluación para ubicarme en algún nivel (Gamma en aquel entonces... lo cual no era malo, considerando que prácticamente lo que sabía lo había aprendido yo por mi cuenta, y mi triste salto de tres lo hacía al revés), y luego de eso, me comentaron las opciones de horario que había para mí. Obviamente, ninguna se adaptaba a mi eternamente ajetreada semana.
La siguiente parada, una vez que terminé el servicio social, fue la pista de Galerías Reforma. Fue entonces cuando me topé con la realidad: si había clases, pero eran únicamente para niñas pequeñas, y yo, a mis 24 años, no era bienvenida en la escuela de patinaje. Ahí me comentaron que podía pagarle directamente a una instructora, y me contactaron un una "niña" unos 6 o 7 años menor que yo. Tomé 2 o 3 clases pero no funcionó. Ella era muy informal, supongo que llegaba cuando sus papás podían llevarla, etc. etc. Empecé a pensar que eso de tomar clases de patinaje no iba a pasar, hasta que un día regresando del trabajo (para entonces, las oficinas de Grupo Modelo ya se habían mudado a Santa Fe), se me ocurrió pasar a preguntar personalmente a la pista de Pabellón Bosques.
En primera instancia me vieron raro, probablemente pensaban que buscaba clases para mi hija o algo así, pero hicieron el intento y me ofrecieron a una instructora también 6 años menor que yo, lo cual fue frustrante (ya sabía que no iba a funcionar). Supongo que vieron mi cara y pensaron que tal vez podían encontrar a alguien que se lanzara a la aventura de enseñarle a patinar a alguien tan grande. Fue entonces cuando conocí a la que fue mi coach durante más de 2 años, hasta que me vine a vivir a Boston: Elvira. Y a ella le agradezco tantas satisfacciones que me ha dado el patinaje este tiempo... también la culpo de las frustraciones, que para eso es también un coach: para tener alguien con quién quejarse jejeje (:
20 mayo 2010
De cómo llegué a una pista de hielo... (parte 2)
Ok, como mañana nos vamos a NYC de fin de semana, acabemos de una vez con esta historia.
Bueno, entonces llegamos al año 2004. Como estudiante de la Universidad Anáhuac, tuve la oportunidad de irme de intercambio a estudiar un semestre a la Universidad de Ottawa, en Canadá. Ahí noté algunas diferencias entre una universidad de primer mundo, y una universidad mexicana. Y podría escribir bastante al respecto de las diferencias académicas, pero este blog no es para eso, así que, en resumen, la universidad en Ottawa tenía unas súper instalaciones deportivas, a diferencia de la Anáhuac que, básicamente, tiene dos espacios muy grandes para jugar fútbol. Y tal como la Anáhuac tiene espacios para nuestro deporte nacional "por excelencia", la "University of Ottawa/Université d'Ottawa" (UofO) contaba con 2 espacios grandes para el deporte nacional correspondiente: Hockey sobre hielo. Una diferencia importante, en lo que a deportes en las universidades respecta, es que hay clases, clubs, grupos, o algo, para practicar muchos deportes. Y esto no es sólo en la UofO, también lo encontré aquí en MIT, que me ha albergado por casi 2 años.
Muy emocionada proque iba a poder tomar mis primeras clases de patinaje, separé dinero específicamente para comprarme unos patines de hielo. Digamos que mis segundos patines eran unos GAM para un nivel de patinaje básico-avanzado. ya desde entonces tenía la idea de aprender algún salto y "poder morir en paz". Amé esos patines, fueron lo más cómodo del mundo, y ahora que he avanzado un poco en mi patinaje, estoy pensando comprarme unos GAM nuevamente.
Me inscribí en el curso más elemental, ya que el más avanzado se contraponía con una de mis clases, y aunque me emocionaba más patinar que aquella clase, la idea de ir a la UofO era estudiar, no patinar. Digamos que en esos meses perfeccioné mi patinaje hacia adelante y hacia atrás, los cruzados hacia adelante y hacia atrás, hice mis primeros pininos en los cambios de tres e intenté los mohawks, los cuales a la fecha no me salen muy bien que digamos. Fui feliz, pero nuevamente el semestre acabó, y con ello mi segundo intento de carrera patinística.
Regresé a México, terminé la Licenciatura en Mercadotecnia, comencé a trabajar para Grupo Modelo... por fin, un ingreso que podía gastar en lo que yo quisiera. Entonces comenzó la peregrinación en busca de clases de patinaje.
Bueno, entonces llegamos al año 2004. Como estudiante de la Universidad Anáhuac, tuve la oportunidad de irme de intercambio a estudiar un semestre a la Universidad de Ottawa, en Canadá. Ahí noté algunas diferencias entre una universidad de primer mundo, y una universidad mexicana. Y podría escribir bastante al respecto de las diferencias académicas, pero este blog no es para eso, así que, en resumen, la universidad en Ottawa tenía unas súper instalaciones deportivas, a diferencia de la Anáhuac que, básicamente, tiene dos espacios muy grandes para jugar fútbol. Y tal como la Anáhuac tiene espacios para nuestro deporte nacional "por excelencia", la "University of Ottawa/Université d'Ottawa" (UofO) contaba con 2 espacios grandes para el deporte nacional correspondiente: Hockey sobre hielo. Una diferencia importante, en lo que a deportes en las universidades respecta, es que hay clases, clubs, grupos, o algo, para practicar muchos deportes. Y esto no es sólo en la UofO, también lo encontré aquí en MIT, que me ha albergado por casi 2 años.
Muy emocionada proque iba a poder tomar mis primeras clases de patinaje, separé dinero específicamente para comprarme unos patines de hielo. Digamos que mis segundos patines eran unos GAM para un nivel de patinaje básico-avanzado. ya desde entonces tenía la idea de aprender algún salto y "poder morir en paz". Amé esos patines, fueron lo más cómodo del mundo, y ahora que he avanzado un poco en mi patinaje, estoy pensando comprarme unos GAM nuevamente.
Me inscribí en el curso más elemental, ya que el más avanzado se contraponía con una de mis clases, y aunque me emocionaba más patinar que aquella clase, la idea de ir a la UofO era estudiar, no patinar. Digamos que en esos meses perfeccioné mi patinaje hacia adelante y hacia atrás, los cruzados hacia adelante y hacia atrás, hice mis primeros pininos en los cambios de tres e intenté los mohawks, los cuales a la fecha no me salen muy bien que digamos. Fui feliz, pero nuevamente el semestre acabó, y con ello mi segundo intento de carrera patinística.
Regresé a México, terminé la Licenciatura en Mercadotecnia, comencé a trabajar para Grupo Modelo... por fin, un ingreso que podía gastar en lo que yo quisiera. Entonces comenzó la peregrinación en busca de clases de patinaje.
19 mayo 2010
De cómo llegué a una pista de hielo...
Como a muchas otras niñas mexicanas, el ver a las patinadoras en la televisión (supongo que en las Olimpiadas de Invierno) me emocionaba e inspiraba a aprender todos esos saltos, giros, movimientos... yo también quería verme como una princesa sobre el hielo.
En aquel entonces, la única pista de hielo disponible en la Ciudad de México (y probablemente en el país) estaba en Lomas Verdes, se llamaba "Escatorama". Después de mucho insistirle a mi madre, finalmente conseguí que me llevara a patinar en hielo, por primera vez. Aun recuerdo ese día, mi madre prefirió mantenerse fuera del hielo, yo me lancé a la aventura de patinar. Me caí muy feo, de esas veces que se pierdes el aliento. Algunas personas me ayudaron a salir del hielo, y creo que ese día se terminaron todas mis ilusiones acerca del tema.
Crecí un poco, supongo que asistía a la primaria en aquel entonces. Nuevamente me dieron ganas de patinar en hielo. probablemente la segunda experiencia no fue tan traumática como la primera. me encantó, y convencí a mi madre de que me inscribiera en un curso de verano de patinaje, en la pista de Galerías Reforma. Aprendí a patinar hacia adelante, los principios básicos del patinaje hacia atrás, mariposas, molinetes en dos pies, cruzados hacia adelante... fui feliz. Pero llegó el fin del curso de verano, y con él terminó mi "carrera patinística".
Los siguientes años fueron básicamente sobre ruedas. Así aprendí (como autodidacta) los cruzados hacia atrás y los saltos de tres, perfeccioné los cruzados hacia adelante y las mariposas, y en general todo eso lo pude poner en hielo (excepto por los saltos de tres). En alguna navidad en el camino recibí de un Santa Claus muy amable mis primeros patines de hielo.
Y así llegamos a la etapa de la universidad... y al intercambio que me dio la oportunidad de acercarme un poco más al patinaje y, por tanto, enamorarme perdidamente de él.
En aquel entonces, la única pista de hielo disponible en la Ciudad de México (y probablemente en el país) estaba en Lomas Verdes, se llamaba "Escatorama". Después de mucho insistirle a mi madre, finalmente conseguí que me llevara a patinar en hielo, por primera vez. Aun recuerdo ese día, mi madre prefirió mantenerse fuera del hielo, yo me lancé a la aventura de patinar. Me caí muy feo, de esas veces que se pierdes el aliento. Algunas personas me ayudaron a salir del hielo, y creo que ese día se terminaron todas mis ilusiones acerca del tema.
Crecí un poco, supongo que asistía a la primaria en aquel entonces. Nuevamente me dieron ganas de patinar en hielo. probablemente la segunda experiencia no fue tan traumática como la primera. me encantó, y convencí a mi madre de que me inscribiera en un curso de verano de patinaje, en la pista de Galerías Reforma. Aprendí a patinar hacia adelante, los principios básicos del patinaje hacia atrás, mariposas, molinetes en dos pies, cruzados hacia adelante... fui feliz. Pero llegó el fin del curso de verano, y con él terminó mi "carrera patinística".
Los siguientes años fueron básicamente sobre ruedas. Así aprendí (como autodidacta) los cruzados hacia atrás y los saltos de tres, perfeccioné los cruzados hacia adelante y las mariposas, y en general todo eso lo pude poner en hielo (excepto por los saltos de tres). En alguna navidad en el camino recibí de un Santa Claus muy amable mis primeros patines de hielo.
Y así llegamos a la etapa de la universidad... y al intercambio que me dio la oportunidad de acercarme un poco más al patinaje y, por tanto, enamorarme perdidamente de él.
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